FRUSTRACIONES DE UN PESCADOR

FRUSTRACIONES DE UN PESCADOR

Mi amigo Juan es muy joven. Pero no quiero dar muchas pistas no sea que vayan por ahí contando que puse su historia por escrito. De modo que voy a contar esta historia como si no le conociera de nada. Llevaba varias semanas soñando en la oficina y lamentándose de que llevaba muy mala vida. ¿Qué es lo que hago aquí encerrado? se preguntaba. Debería estar tomando este bendito sol, sentado tranquilamente en alguna parte. Pero, ¿qué profesión elegir que se pudiera trabajar sentado y tomando el sol al mismo tiempo? No sabemos como le vino la inspiración. De pronto se acordó de aquella película que se veía aquel hombre tan grande pescando truchas en un río americano. Ya está, se dijo. Me haré pescador de caña. Y pasó gran parte de la tarde soñando con cestas llenas de pescado. Y cuando estuviera harto de comer tanto pescado se lo vendería a los restaurantes y a los hoteles. Así tendría un bonito dinero para comprar otras cosas.
El joven oficinista entró en una tienda deportiva. Se compró un caña de pescar americana con un molinillo o carrete de esos que los ignorantes no sabemos como se llama. Además, se decidió por una caja de anzuelos americanos haciendo juego con un surtido de moscas artificiales. Estas moscas eran la última palabra en cuestión de cebos de alta tecnología. Son unas moscas que en contacto con el agua se ponen a vibrar y a dar vueltas como los genuinos insectos campestres que tanto adoran las truchas de Dakota del Norte. Es algo que tan extraordinario que ningún pez digno de este nombre podría resistir. No le costó mucho a nuestro joven convencerse pues era partidario de la tecnología y el progreso. Según le dijo el vendedor,
—Estos artefactos son la última palabra en el “high tech” de la pesca deportiva.
—¿Cómo dice? preguntó el joven.
—“High tech”, es una abreviatura para decir “alta tecnología”.
—El joven quedó convencido porque según se dijo ¿qué es mejor? No yo quiero otra cosa que lo mejor. Así podré suplir mis deficiencias en el arte de la pesca con los mejores adelantos tecnológicos.
Desgraciadamente nuestro amigo tuvo que esperar al sábado por la tarde para empezar su primera sesión de pesca. Compró un librito donde se explican los secretos para hacer un buen nudo de anzuelo. No podía ser más fácil, pero más lo será cuando se lea el libro “Los secretos de la pesca”. De modo que ya estaba todo listo y se fue al muelle a pescar.
Junto con la caña y los anzuelos se había comprado un práctica silla plegable pues de todos es sabido lo sucios que están hoy día los muelles con los residuos de petróleo y otros combustibles para barcos.
Enganchó la mosca al anzuelo, lanzó la línea y vio como la mosca se movía vibrando en el agua. Estuvo esperando pacientemente pero no ocurría nada. No vio que ningún pez picara la sabrosa mosca. Fue recogiendo la línea y la mosca se agitaba astutamente a un lado y al otro pero no picaba ningún pez. Recogió la línea y puso una mosca nueva. Tampoco tuvo suerte. Cambió de modelo de mosca porque tenía varios modelos y no consiguió que picara ningún pez.
En estas estaba cuando se acercó al lugar un pescador de caña con su equipo que traía en la cesta con un par de kilos de pescado. Se puso a mirar lo que hacía nuestro pescador novel muy interesado en ver como iban las cosas.
Desesperado el joven le pregunto al pescador veterano si sabía que es lo que estaba haciendo mal, pues no había pescado nada.
—¿Qué es eso que pones en el anzuelo?
—Una mosca americana.
—¡Una mosca americana, eh!
—Es lo más avanzado que hay en cuestión de cebos.
—Bueno. Estas moscas… para empezar te diré que estas moscas son totalmente desconocidas para los peces de este ría.
—Es la última palabra en cuestión de cebos en América.
—No me extraña. La trucha americana es otra clase de pez. Los peces de aquí no conocen este tipo de moscas. Sin embargo los peces gallegos sienten una gran glotonería por las cucarachas comunes de casa. Los he visto acudir desde lejos para comerse una cuca.
El joven dio por terminada la faena de pesca de ese día porque estaba oscureciendo. Y decidió que cuando menos había aprendido algo nuevo sobre los secretos de la pesca local.
Días después el joven pescador vino bien provisto con una caja llena de cucarachas caseras. Le costó conseguirlas pero ya estaba listo para su sesión de pesca. Enganchó una cuca en el anzuelo y lo echó al agua.

Cuando se quiso dar cuenta recogió la línea y no había nada en el anzuelo. Enganchó otra cuca y ocurrió lo mismo. Y así se paso la tarde hasta que acabó con todas las cucas que traía en la caja. Ya estaba a punto de irse cuando apareció el pescador veterano.
—¿Cómo te ha ido la pesca hoy?
—Nada. No he cogido nada.
—¿Sigues con la mosca americana?
—No hoy he usado cucas según usted me aconsejó.
—Has entendido mal mis palabras. Te dije que las cucas son un bocado muy goloso para los peces. Pero es algo que no se usa para cebo.
—Ah, ¿no?
—La cuca no sirve para cebo porque es muy blanda y los peces no tienen ningún problema en comérsela sin tragarse el anzuelo. NI siquiera te das cuenta que se lo comen.
—¿Qué clase de cebo me aconseja?
—Cualquier cosa sirve. De todo menos cucas.

A los pocos días, nuestro amigo pescador decidió usar trozos de pulpo como cebo. Pasó varias horas intentando pescar y no conseguía nada.
El pescador veterano se acercaba con su cesta y unos peces.
—Hoy tampoco he pescado nada, —dijo el joven.
—Pasé hace una hora por aquí y pude darme cuenta.
—Hoy usé pulpo como cebo.
—Es muy buen cebo.
—¿Cómo es que no he cogido nada?
—Pasaste mucho rato charlando con varios mirones.
—¿Y eso qué tiene que ver?
—Los peces oyen tu conversación y no pican.
Varios días más tarde nuestro amigo volvió a pescar. Esta vez probó como cebo gusanos de tierra. Tampoco consiguió pescar nada.
—No has conseguido nada —dijo el pescador veterano— porque estás usando gusanos de tierra.
—¿Y eso qué importancia tiene?
—Sabrás que estamos en cuaresma. Los gusanos son comida terrestre que está prohibida en este tiempo. Debes usar cebos de mar en estos días. Trozos de pulpo, gambas, calamar, etc.
Volvió días más tarde el joven pescador con cebos marinos. Paso cuatro horas intentando pescar y no consiguió nada.
Llegó el pescador veterano con su cesta de pescado y nuestro joven le comentó.
—Hoy tampoco he pescado nada.
—No me extraña. No han picado porque te has sentado de espaldas al sol. La silueta de tu sombra se recorta contra el cielo y los peces se dan cuenta que toda esa comida tiene un anzuelo dentro.
Pasó otra semana y nuestro joven volvió a pescar. Tampoco tuvo suerte esa tarde. Llegó el pescador veterano y le preguntó.
—¿Cómo te ha ido?
—No he pescado nada.
—No me extraña a estas horas están los peces cerca de esos barcos de ahí enfrente. Hace un rato estaban preparando la comida y los cocineros tiran los residuos de comida sobrantes. No esperarás que estén los peces esperando picar en tu anzuelo.
Volvió el joven a la semana siguiente para su sesión de pesca y tampoco consiguió nada. Llegó el pescador veterano y le dijo:
—¿Cómo se te ocurre pescar en un día como hoy?
—¿Qué le pasa al día de hoy?
—Es el día de san Pedro, patrón de los pescadores. No te vi en la iglesia. En cualquier caso un día como el de hoy los peces están todos pendientes de los servicios divinos.

Pasó otra semana y el joven volvió a su sesión de pesca. Como ya estaba haciendo costumbre no consiguió pescar nada. Desesperado el joven, tuvo una iluminación al ver al pescador veterano faenando a cierta distancia. Se acercó a él y vio que tenía la radio puesta con un buen barullo. La cesta tiene kilo y medio de peces.
—¿Cómo es que usted pesca tanto?
—¡Eh!
—¿No decía que la voz humana espanta a los peces?
—Esto no son simples conversaciones, joven. Están retransmitiendo un partido de fútbol. Deport de la Coruña-Barcelona. No hay cosa que entusiasme más los peces. Y entre tantos, siempre hay alguno más distraído que y pica el anzuelo.

El joven se volvió a su casa un tanto preocupado por su escasos conocimientos pesqueros.
A la semana siguiente volvió de nuevo a pescar y no consiguió nada. Llegó el pescador veterano con su cesta y aprovechó para preguntarle.

—¿Cómo es que no he pescado nada?
—¿No sientes frío?
—Hace un pelete de la hostia. Pero he venido bien abrigado.
—Se ve que no has pensado para nada en los peces. Este lugar era muy bueno para pescar el año pasado. Pero desde que hicieron ese edificio grande ahí han dejado esta parte muy umbría. En un día como hoy hubiera sido preferible pescar por la parte aquella más soleada.

Pasó otra semana y el joven volvió a pescar otra vez sin resultados. Ya era hora de ver al pescador veterano con su cesta y unos peces. Se acercó a él y miró en la cesta. Eras unos peces de gran tamaño.
—¿Cómo has conseguido pescar estos peces tan grandes?
—Aún te queda mucho por aprender, joven. Estos peces no son de estas aguas.
—¿Eh?
—¿No les ves la pinta? Los he comprado en la pescadería.