El cambio climático al calor de una chimenea
Una gran nevada había caído sobre toda la meseta, y sobre la divina Francia, y hasta sobre las islas británicas. Los servicios meteorológicos estaban colapsados y la tele funcionaba unas pocas horas al día para ahorrar energía. De lo que ocurría en Suiza o en Alemania, no se decía nada para que no cundiera el pánico. Por eso, se solían presentar imágenes de playas soleadas del Caribe, el sur de Turquía y sitios como las islas Canarias y algunas playas del sur de Marruecos.
Pero, claro, todo se explica considerando que estábamos casi en invierno. Y claro que en invierno puede ocurrir cualquier cosa. Aunque realmente… no era invierno propiamente dicho aún, pues todo empezó un fin de semana a mediados de noviembre.
Casita de Pedro en el bosque
Resumiendo, unos amigos se vieron atrapados por la nieve en una casa cerca de un bosque. No era para preocuparse pues estaban a mediados de noviembre. Pedro, el dueño de la casa tenía una generosa provisión de jamones, quesos y vinos. No había razón alguna para alarmarse.
Y este era precisamente el atractivo de su casa. El otoño había sido lluvioso y era tentador pasar un fin de semana con frío en una casa de campo bien provista de comida y leña para calentarse junto a la chimenea. Se esperaba que hiciera frío para encender la chimenea.
Pero, acababan de llegar cuando un frío increíble se hizo el dueño del lugar. Cayó una nevada de tres pares de… de narices. El suelo estaba cubierto por seis u ocho centímetros de nieve. No es que eso sea mucho, pero se puso dura. Y allí estaban los tres amigos gozosamente atrapados, Pedro, Tomás y Jorge, lo estaban pasando muy bien, bebiendo vino y comiendo jamón y queso de diversas procedencias. Por aquello de la variedad en los quesos.
Fuera hacía un frío de pura incredulidad. El dueño de la casa, empezaba a sentirse preocupado por el cariz que estaba tomando la cosa. Era muy pronto para que cayera tanta nieve.
Pero, lo anormal fue lo que ocurrió. Lo normal sería que al cabo de dos o tres días esa nieve se fundiera y todo volviera a la normalidad. Al fin y al cabo solo estaban a mediados de noviembre. La paciencia de Pedro se empezó a evaporar, pero llegó el domingo, y más tarde lunes, y seguía nevando. No era mucha nieve, pero no paraba de nevar. Los teléfonos móviles no funcionaban. Algún problema con la torre repetidora. O sea que no podían llamar al trabajo para decir que estaban atrapados por la nieve en una casa de campo en la montaña.
La cosa no se arregló en dos o tres días, como se esperaba. Sino que iba a peor.
Coche de Tomás afectado por el calentamiento global
Y lo peor es que la nieve se había puesto dura, y si querían volver a casa podían caerse con algún despeñadero, al salirse de la carretera. Nadie había previsto una nevada y llegaron a la casa sin traer cadenas. ¿Quién iba a pensar que nevaría?
La situación pasaba de castaño oscuro. Un símil algo tonto, pues la causa del problema era la nieve.
Digamos que el problema se puso mucho peor cuando ya llevaban atrapados doce días en aquella casa solitaria. Digamos que la broma se pasaba de blanco.
Habían acumulado una buena pila de leña dentro de la casa, para no salir fuera, pues el frío te acobardaba cuando salías. Estaban todos cerca de la chimenea sorbiendo un poco de vino, lentamente.
Se salvan gracias a la chimenea y el vino
En estas, Tomás echó otro leño al fuego y Pedro le dijo,
«No te pases, tío. Debemos ser un poco tacaños con la leña. Nos debe durar toda la noche y buena parte de la mañana.»
«¿Debemos ser tacaños por qué?»
«Porque la leña que tenemos no va a durar mucho.»
«¿No va a durar mucho? Tienes un mogollón de leña ahí fuera, en el cobertizo.»
«Si que la tenemos, pero si gastas toda la que tenemos en la casa, vas a tener que salir ahí fuera en pelotas para traer más leña.»
«Y ¿por qué en pelotas?»
«Debemos ser prudentes, tío. Esta ola de frío puede durar un mes o más.»
«No va a durar tanto. Esto no es más que un accidente meteorológico.»
«Ya llevamos diez días con este frío. ¿Llamas a esto un accidente meteorológico?»
«Solo son meras apariencias. No debemos preocuparnos.»
«No debemos preocuparnos?»
«Como llevamos solo diez días atrapados en esta casa, eso significa que el tiempo ya está a punto de cambiar.»
«Vamos a ver. Tenemos un fuego moderado, debemos ser cautelosos. No sabemos cuanto va a durar este frío. Si tienes mucho frío te pones algo de abrigo debajo de la chaqueta. Busca por ahí un jersey gordo en un cajón de ese mueble. O te echas un edredón por encima para abrigarte.»
«Estás exagerando con esto del frío.» Dijo Tomás.
«No estoy exagerando. Solo trato de ser precavido con la leña.»
«Pareces acojonado por un poco de frío.» Dijo Tomás.
«Bueno, tú eras el que echaba más leña al fuego. No yo.»
«Pero esto que vemos aquí no es más que un trastorno meteorológico. Algo transitorio.»
«Algo transitorio?» Dijo Pedro.
«A lo que tenemos que tener miedo de verdad es al cambio climático.»
«Yo creo que ya empezó. Está empezando, pero es la era glacial.»
«La era glacial? No jodas! A lo que debes tener miedo es al calentamiento global.»
«Calentamiento global? Vas a empezar otra vez con esa gilipollez?»
«Bueno, estamos jodiendo el futuro de este planeta con todo el CO2 que estamos echando a la atmósfera.»
«Bueno, tú eras uno de esos. Te compraste un cuatro por cuatro de 150 caballos. Has calculado cuanto CO2 producen 150 caballos? Y para acabar de joderla, acabas de echar otro tronco de leña al fuego. ¿Qué es lo que sale por la chimenea, eh? Es CO2, tío.»
«Bueno; sí, claro. Es un poco de CO2.» Dijo Tomás.
«Lo que me preocupa es que este frío está durando demasiado.»
«Tienes leña de sobra para aguantar todo el invierno.»
«Más vale que no te creas eso. Ahora mismo, si quisieras volver a la ciudad, no te arrancaría el maldito coche. El refrigerante puede estar ya congelado. Y es posible que la batería no tenga fuerza y no puedas arrancar el coche.»
«Cómo que la batería no va a tener fuerza? Es nueva.»
«La batería no tiene fuerza si la temperatura está muy baja.»
«Y como sabes eso?»
«Lo vi hace años en un película ambientada en el Canadá.»
«¿El Canadá? ¿El Canadá, dónde?»
«Que importa dónde? Creo que era en Saska… Saska… Saskatchewan creo que era. Pero igual no se dice así. Era en invierno, claro.»
«Bueno, pero eso solo ocurre en el Canadá. Por estas tierras…»
«Lo que tú digas, tío. Entonces, ¿tú crees que este frío es un signo del calentamiento global?»
«No. Esto es un signo de una alteración de la meteo. Es algo pasajero y no afecta para nada al clima.» Dijo Tomás.
«No afecta al clima. Y ¿qué es lo que afecta al clima?»
«Todo el CO2 que hemos estado echando a la atmósfera.»
«O sea que este frío de la hostia ¿está causado por el CO2 que estamos echando por esta chimenea?»
«No me refiero a este CO2. Sino al que hemos estado echando en los pasados 60 años.»
«O sea que el calentamiento viene con un poco de retraso.»
Tormenta de verano en Oklahoma
Jorge, que se había pasado todo el tiempo callado, se metió en medio de esta conversación.
«Sabes que? Tomás y toda esa gente del ‘calentamiento global’ no han sabido explicar bien la teoría.»
«¿No han sabido explicarla? Y ¿cómo se explica?»
«Bueno, no soy científico, pero Tomás tampoco lo es. Los tres somos unos burros, pero como no tenemos nada que hacer, podemos razonar un poco sobre este asunto.»
«Venga, Jorge, empieza a razonar.» Le invitó Pedro.
«Vamos a ver como lo explico, porque la verdad es que no tengo ni puta idea.»·
«No te cortes. Larga por esa boca.»
«Vamos a suponer que es cierto y que la cosa esa del CO2 va a misa. O sea, que es cierta; es un suponer.»
«Venga, vas bien,» dijo Tomás.
«La cosa es que la superficie del mar se calienta, ¿vale? Y al calentarse produce mucho vapor de agua.»
«Sigue que vas bien.» Le dijo Pedro.
«Entonces, todo ese vapor es agua algo así como… como si estuvieras en una sauna finlandesa, por ejemplo.»
«Una sauna?»
«Sí, cuando le echas un poco de agua a las piedras calientes se evapora un montón de agua y estás a punto de morir de calor.»
«Eso es más o menos el calentamiento global. –Dijo Tomás. –Hay mucho vapor en la atmósfera y… y… bueno, pues eso… que se forman nubes y si las nubes son muy grandes tienes una tormenta, un huracán, etc. etc. «
«Bueno, y eso que es?» preguntó Pedro que era el incrédulo.
«Bueno, pues eso es que todo ese calor en forma de vapor se convierte en lluvia.»
«Quieres decir que se enfría la atmósfera?»
«Más o menos. Pero, si el mar acumula mucho calor genera más vapor, gran parte de ese vapor, pues llega hasta el polo. O muy cerca de los polos.»
«Bueno, más o menos el calor siempre llega cerca del polo, digo yo. Por eso nieva en invierno en las zonas cercanas al polo. ¿Cual es la novedad?» Dijo Pedro.
«La novedad es que si nieva mucho, o si hay demasiadas nubes, la atmósfera se enfría.»
«¿Por qué se enfría?»
«Bueno, si las nubes son muy espesas, reflejan mucha luz solar. Y si ha caído mucha nieve, como ahora mismo, eso refleja mucho la luz del sol. Y por lo tanto, la región donde eso ocurra se enfría.»
«Y eso ¿qué relación tiene con el calentamiento global?» Preguntó Pedro.
«Que llegando a cierto punto de calor, todas esas nubes y toda ese vapor de agua, se va a convertir en nieve. Se va a enfriar el planeta y será el comienzo de una era glacial.» Dijo Jorge.
Calle de Nueva York cubierta de nieve
«¡Hostia! Dices que el calentamiento global será el comienzo de la era glacial?» Preguntó Pedro.
«Hace un rato que se me ocurrió tal cosa, cuando escuché lo que decía Tomás.»
«Entonces, ¿tú crees que ya ha empezado la era glacial?»
«Más vale creer que solo digo tonterías. Pues si de verdad estuviera llegando la próxima era glacial estaríamos perdidos.» Dijo Jorge.
«Eso sería el fin del mundo.» Dijo Pedro. «El fin de la humanidad, tal como la conocemos.»
«Dios, no digas esas cosas que me acojonas.» Dijo Jorge.
«Solo espero que la era glacial venga poco a poco, y no de golpe. Creo que necesitamos un poco de tiempo para prepararnos.»
«¿Para prepararnos? ¿Qué quieres decir?»
«No sé. Pensar que vamos a hacer si llega el frío.»
«Eso es aterrador.»
«Cuantos habitantes podrían vivir en este planeta con una era glacial?»
«Más vale que te calles, Jorge. Me estás deprimiendo.»
«A ver, abre otra botella de vino y pensemos en mujeres con poca ropa jugando en las playas tropicales.»
Dos tías buenas saltando en la playa
«Desde luego. Más nos vale que pensemos en algo más caliente».
«Sí claro. No vamos a tener bastante calor solo con esta chimenea.»
«Por supuesto. Si me duermo espero soñar con playas tropicales.»
«Si sobreviene la era glacial quedarán algunas playas tropicales, supongo.»
«Claro, pero una vez que estés en las playas tropicales, ¿de donde vendrá la comida? Todo esto que estaríamos comiendo vendría de más al norte, de cuando había calor en el planeta.»
«¿Qué dices?»
«Que nos estamos comiendo los productos del tiempo caluroso. Calor es igual a comida.»
«Y durante la era glacial, ¿qué comía la gente?»
«Me parece que comían mamuts.»
«Y ¿dónde están ahora los mamuts?»
«Dios sabrá. Ya no se ven mamuts ni en los documentales de la National Geographic.»
«Creo que se los comió el hombre primitivo.»
«Más nos vale hablar de playas tropicales. Corta ese rollo de los mamuts.»
«Eso, pensemos en tías buenas retozando en una playa soleada.»
«¿Alguien puede contar alguna aventura sobre las playas tropicales?»
«¿Por ejemplo?»
«No sé. Algo que recuerdes.»
Se trata de cosas para recordar, como esta.
«Algo que uno puede recordar. Mientras nos dure la memoria.»
«Eso. ¿Quién empieza?»
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